Lactancia, Maternidad

Al cien por ciento

banner-1711738_1920Estamos prontos a cumplir dos años, veinticuatro meses de lactancia, de vida conjunta fuera del útero, de descubrimiento. La última temporada ha sido francamente agotadora: es una última crisis de crecimiento, la llaman así porque el bebé pide tete como cuando era un recién nacido y necesita mucho apoyo para lidiar con la frustración, que no es más que una expresión de su búsqueda de autonomía y seguridad.

En esta temporada, me he notado particularmente cansada y, con frecuencia, aburrida. Sí, así de franca: aburrida porque esta etapa coincide con un proceso de independencia doble: mi hijo hace cada vez más cosas solo y por eso demanda  sostén emocional con más regularidad  y yo necesito hacer más cosas sola. Es un tiempo en que he pensado mucho en aquella madre que decía que lloró cuando su hijo ingresó al maternal y ella regresó al trabajo. Sus lágrimas no eran de tristeza sino de alegría: estaba recuperando algo de su espacio personal. Sí, yo también he comenzado a anhelar ese momento, a que llegue ese paso natural de crecimiento porque, a fin de cuentas, debo preparar a mi hijo a que viva sin necesitarme; y yo debo asumir también que él no estará para siempre, que los años vuelan y, cuando menos lo sospeche, tendré un montón de tiempo libre.

La maternidad es demandante, apostar por el cuidado de los hijos y aparcar por un tiempo la vida profesional puede traer sentimientos de desencanto. En medio del vaivén emocional, una entiende que está siendo responsable y entregándose al cuidado de una vida con más compromiso quizás del que hasta entonces había tenido con la suya propia. Así nos damos cuenta que ser madre supone altas dosis de cuidado, de autocuidado. Nos confrontamos día a día con nuestra historia personal, nuestra infancia, nuestros vacíos; navegamos junto a nuestra sombra, la vamos descubriendo y aceptando. Muchas miramos para otro lado porque el dolor puede paralizar o no procesamos lo que pasa. Otras miramos de frente y quedamos un poco o bastante devastadas porque no podemos torear la verdad.

Creo haberlo dicho pero lo repito: no deja de sorprenderme que durante miles de años las mujeres hayamos experimentado la fuerza del puerperio y sus contradicciones pero no tengamos establecidas redes de apoyo familiar, social o cultural, que nos abracen, nos comprendan y nos encumbren, que reconozcan la labor delicada de cuidar a los hijos en medio de la necesidad de cuidarnos a nosotras mismas. Ese es el regalo más poderoso que me ha dado la maternidad y estos años de crianza: me he descubierto y reconocido en lo más frágil de mí misma, sin poses ni disfraces, sin escapatoria. Sin duda, la maternidad se ganan grandes cuotas de humildad, aprendes que la paciencia y la comprensión son manifestaciones del amor.

Igual hubiese pasado si volvía al trabajo a los pocos meses: me hubiera cuestionado sobre el tiempo de crianza y mis necesidades. Hagamos lo que hagamos, todas experimentamos la vulnerabilidad que deja el haber parido y la responsabilidad de afrontar el cuidado de otro ser. Es cierto -aunque no siempre- que la compartimos con el padre, ya sea como figura presente, proveedor o ambas cosas. Pero los meses de gestación y los otros tantos de licencia de maternidad, nos crean un lazo profundo que el padre no suele comprender y nos pone a nosotras en la tarea de asumir la crianza de forma casi absoluta: somos las que parimos, las que amamantamos, las que nos quedamos solas con la cría durante semanas, las que vivimos el posparto, las que nos deprimimos, las que volvemos a trabajar. Ahí, en ese escenario, nos descubrimos con nuestros miedos y apuestas, nos reinventamos, nos hacemos cargo de otro cuando –a veces, muchas veces- no podemos ni con nosotras mismas, y criamos con equívocos y repeticiones, con aciertos y nuevos retos. Vamos comprendiendo lo que nadie nos dijo: ese nuevo ser, aunque no estemos con él a tiempo completo, nos requiere al cien por ciento, con la misma intensidad, dedicación y compasión que también nos necesitamos a nosotras mismas.

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6 comentarios en “Al cien por ciento”

  1. Gracias Andrea por tus palabras. Me siento igual, hay días muy duros al ser madre y el sacrificio es recompensado a diario. Mi bebé va a llegar al año y el tiempo no se detiene, estamos en una carrera donde intento disfrutarlos al mismo tiempo que escapar.

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  2. Gracias por esas palabras de aliento. Me siento súper identificada. Mi hijo ya tiene 1 año y 7 meses y ese cansancio me dio al año 6 meses. Sabes qué hice? Acabé con la lactancia materna exclusiva y a libre demanda. Ahora no te imaginas cómo me he recuperado y podemos dormir mejor los tres, pero en especial yo!

    Estoy ansiosa de saber cómo será ese proceso con tu hijo, ya nos contarás.

    Ánimo siempre mamita, estamos haciendo lo mejor para ellos! 😘

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  3. Hermoso Andrea tus palabras es increíble pero me he enamorado de todo lo que es ser mamá y a disfrutar cada detalle cada sonrisa cada balbuceo noche sin dormir

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