Quejas y agravios. Muecas y miradas de reproche y desagrado. Prohibición del uso de la refrigeradora o del microondas de la cafetería. Cambios imprevistos de horario. En la mayoría de los casos, las mujeres lactantes se enfrentan a eso y más cuando regresan al trabajo. Hay quienes han recibido memorandos en los que les dicen que extraerse la leche es antihigiénico y, por tanto, queda prohibido. Además, para eso, ya tienen las horas de lactancia. A diario deben enfrentar comentarios despectivos: esos que señalan a las mujeres-madres como poco eficientes, torpes, preocupadas de la cría o la crianza y no de su desempeño laboral.
A más de la presión familiar y social que nos juzga continuamente sobre nuestras decisiones y errores maternales, debemos soportar la presión del entorno laboral que nos pide un desempeño impecable. Y con entorno laboral me refiero al doméstico, comercial, profesional y académico (estudiar también cuenta).
En entrevistas de trabajo, las mujeres debemos responder preguntas sobre nuestro estado civil, el deseo o no de ser madres o de construir una familia, el número de hijos que tenemos o queremos tener… Conozco empresas que contratan seguro médico privado sin cobertura de embarazo y parto, “para que no se pongan a tener hijos”. ¡Como si la responsabilidad de traer un ser humano al mundo se resolviese con tener cobertura de salud!
Esas preguntas sobre hijos y futuro familiar no se las hacen a ningún hombre. ¡A ninguno! ¿Por qué? Porque dan por hecho que es y ha de ser tarea de la mujer. Como siempre ha sido. Me encantaría que para la semana de la lactancia, los medios de comunicación entrevisten a hombres de empresa, ministros, altos cargos gerenciales, alcaldes y políticos para preguntarles por su permiso de paternidad, su apoyo a la lactancia, su acompañamiento en el parto y el puerperio, la conciliación entre las tareas domésticas y profesionales. Sin duda les tocará aceptar que ha sido su esposa o pareja o la madre de sus hijos quien ha llevado la mayor responsabilidad. Y, entonces, que vayan un poco más allá y les pregunten por su apoyo a las madres lactantes que trabajan en sus instituciones. Solo quisiera que den un dato: ¿cuántas son? Me gustaría también que les preguntaran a los maridos desempleados por qué no se hacen cargo de la casa y la crianza, por qué no invierten los papeles, por qué pese a -de verdad- no hacer nada, siguen pidiendo a abuelas y niñeras que cumplan con una obligación que les atañe por completo, más aún si es la mujer quien está sosteniendo económicamente el hogar. Quisiera que se hicieran reportajes sobre los lactarios en las empresas, sobre el respeto al horario de lactancia y el apoyo institucional a las mujeres que aún amamantan (las que ahí trabajan y las que van de visita porque –por ejemplo- cuando un bebé de pecho llora en la fila de un banco no hay ni una silla que ofrecerle a la madre, nadie quien la ayude con el trámite para que así no se incomode con las miradas de quienes la quieren fuera del sitio). También sería interesante que se visitaran las universidades para preguntar a las autoridades por lactarios y guarderías; que se investigara cuántos restaurantes o centros comerciales tienen un trato especial para las mujeres que amamantan.
A todos a quienes les fastidian las embarazadas, las parturientas y la lactancia habría que recordarles que la leche materna no solo es un alimento básico y necesario sino que garantiza mejor salud para las madres y para los bebés. Por tanto, un bebé sano trae como resultado una madre más tranquila y con menos ausencias laborales para cuidar la salud de su pequeño.
Sería importante que supieran (todo indica que no lo saben) que esos bebés serán quienes contribuyan al futuro sostenimiento económico de la seguridad social. Piensen si todas decidimos que no seremos madres… (sí, ya sé, la neurona del macho científico se tienta a pensar: ¡crearemos óvulos!). Asimismo, deben saber que si la leche materna garantiza adultos más saludables, el resultado en el mañana es obvio: menos gastos del sistema en servicios de salud, mayor capacidad productiva y más contribuciones al Estado. Ni hablar de las ventajas emocionales de ser amamantado.
Pese a todas estas trabas, las campañas sobre lactancia materna siguen haciéndose al apuro o repitiendo lo mismo pero sin atacar la médula: la sociedad, sus mitos y su maltrato. Aún vivimos en un mundo que no acepta que si los hombres están mayoritariamente en lugares de poder es –entre otras cosas- también porque no han tenido que conciliar vida familiar y profesional.
Mientras tanto, nosotras seguimos peleando temas que parece que a nadie importan, a nadie más que a nosotras.
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lo que describes es poco para la realidad, las palabras quedan cortas. En mi caso he tenido que amamantar a mi hijo de pie en centros comerciales, bancos y en la calle. En varios restaurantes no existe la infraestructura para niños, no existen ni sillas adecuadas para ellos.
Es una triste realidad de la que, aparentemente, sólo las mujeres no damos cuenta.
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Así es Tania. Gracias por tu comentario.
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Andreita querida. Es cierto. Y voy a acotar algo. Las miradas mas incómodas vienen en su mayoria de mujeres. Por lo menos es lo que yo he sentido. Y adicionalmente quienes menos apoyo te brindan y mas trabas te ponen en tu lactancia y tu maternidad son tus compañeras femeninas de trabajo….
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Sí,así es. Es la realidad de la mayoría. Gracias por escribir. ❤️
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