Maternidad

Un momento a solas

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Cuando mi hijo era un bebé pequeño hubo muchas veces en que pude bañarme recién a la medianoche o a la madrugada. Muchos días en que cambiarme de ropa o comer caliente eran un privilegio. Poco a poco la situación mejoró: mi hijo comenzó a tener un sueño más regular y a ganar cada día más independencia. Además, hemos tenido la suerte de que un duendecito guardián llega todas las mañanas a ordenarnos la casa y, de alguna forma, la vida: nos prepara comida, está pendiente de lo que falta, le encargo pagar algunas facturas o hacer ciertas compras.

Sin embargo, lo que no ha cambiado del todo es la mezcla de agotamiento emocional y mental que acecha cada cierto tiempo. Ser madre es estar pendiente de lo propio y lo ajeno: no podemos olvidarnos las llaves de la casa ni el teléfono pero tampoco el carné de vacunas, la muda de ropa o el juguete necesario para el momento. Incluso lo anterior es manejable si se hacen listas o se pide ayuda, cuando se la tiene. Lo emocional es otra historia.

En cuanto G. cumplió 10 meses más o menos establecí la rutina de tomarme un té conmigo misma. Cuando todo el vecindario dormía, me preparaba una bebida caliente y me sentaba a evaluar el día, a analizar las emociones, a sentirme un poco más. Es inmensamente doloroso sentirse sola en una marea de emociones cotidianas. Cuando tenemos hijos no podemos detenernos por mucho tiempo porque ni bien comenzamos a concentrarnos en una tarea o en un pensamiento, llega una vocecita a pedirnos algo urgente o aparece una crisis de independencia o de crecimiento que nos demanda atención casi completa. Al final del día, con el cansancio emocional más que físico, caemos rendidas, solo queremos dormir y rogamos porque la próxima toma de leche sea al amanecer y no a media madrugada. Casi siempre fluctuamos entre el qué me pasa y el qué le pasa, entre el entendernos a nosotras y entender a nuestros hijos.

Muchas veces he llorado de impotencia, de cansancio, de incomprensión por las cosas que pasan. Muchas veces he llorado porque solo quiero tener más horas al día, porque busco sonreír más y suspirar menos (ese halo profundo que impide pegar un grito desesperado), porque no me gusta sentirme como me siento: confundida entre la imagen –casi publicitaria- de la maternidad feliz que todo el mundo se afana en postear en sus muros de Facebook y la realidad de mi rutina: la de saltar de una actividad a otra, de despertarme a trabajar en la madrugada, de dormir poco y andar siempre despeinada y a las carreras. Supongo que muchas mujeres que me leen se preguntan lo mismo que yo sobre ellas: ¿Cómo lo logra? ¿Cómo hace para escribir, trabajar con remuneración, criar un niño y no olvidarse de ella? Solo lo hago, como ellas. Aunque con más frecuencia de lo que quisiera lloro porque anhelo más tiempo disponible, menos pendientes por resolver y la inexistencia de problemas. Entonces me río porque eso es una utopía, la vida –entonces- dejaría de ser vida.

El punto no es que toda esta carga desaparezca, es hacerla más liviana. Mi recurso a más del té a solas, es meditar y hacer yoga. Así me abro un espacio íntimo en donde me miro a profundidad, me limpio de angustias y tomo fuerza. También son un baluarte mis amigas que se preocupan no solo de preguntarme cómo está mi hijo, si ya habla, canta o recita, si no de algo más importante: me preguntan cómo estoy yo, se ríen, me abrazan y me vienen a visitar. Las mujeres, en general, tenemos la enorme capacidad de ser doulas: es nuestro el don de acompañar y sostener. Pero el mundo debe saber que las que criamos necesitamos atención, que nos hace tanto bien que nos regalen una fruta, un libro o un abrazo porque pasamos el día divididas entre atendernos a nosotras mismas y a los niños que criamos. Y, eso, francamente, puede ser agotador.

Mi otro recurso es este: escribir, solo así me puedo ordenar y evito que pululen demasiados pensamientos, dejo que mi mente se desahogue. Finalmente, recurro a disfrutar de cada momento con mi hijo: estar presente y acompañarlo en sus actividades y juegos. Hacemos casi todo juntos. Cuando necesito concentrarme, suele dar un paseo con nuestro duende que nunca falla.

De esta forma, le doy la vuelta a los dolores y sigo adelante. Pero hay algo que no puedo desconocer: mi hijo también está pendiente de mí todo el tiempo. Él mira si estoy bien, no duerme si me nota preocupada, me acompaña o llama mi atención cuando me ve distraída. Esta tarea no es solo mía por eso la responsabilidad es tan grande: a G. no solo le enseño a lavarse las manos, él aprende cómo vivir la vida. Cuando recuerdo esto, me abrazo y dejo de recriminarme por lo que hago o dejo de hacer, detengo la vergüenza que siento al reconocer que hay días en que colapso, que no soy tan fuerte y serena como parezco. Entonces, soy más compasiva y me comprometo a quererme sin lugar a dudas porque ese sí es el legado más importante que pueda dejarle a mi hijo: el de su amor propio.

 

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10 comentarios en “Un momento a solas”

  1. Increíble, la sensación de desahogo que siento el leerte e identificarme con cada palabra. A veces mi sensación de angustia es doble, por mis dos hijos, el verlos tan diferentes y entenderlos de manera diferente. Ver que al mayor se le debe pedir de manera más directa las cosas, y al menor de manera más atenta y amable.
    Qué difícil es ser madre, y sí, también necesito un abrazo.

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  2. Mi hija tiene 8 años ya. Y lo más difícil que me resulta, es ser madre en una sociedad como esta.
    Yo ahora estoy en la etapa del desapego. 5 años de lactancia materna y 7, durmiendo juntas.
    Yo sentí que pude conectarme con esa maternidad consciente, una maternidad sin prisas. pero solo a ratos muy chiquititos. Reconozco que se hace más duro criar cuando, tienes que hacer de comer. tienes que asearte, tienes que hacer compra,quieres ir a cagar sola, tienes que traer ganar dinero, quieres parecer feliz y descansada…
    Pero yo pienso. Que si una mujer cuando pare, estuviera recogida y arropada por una tribu. Como a la antigua o en algunos lugares todavía.
    Eso…eso haría una maternidad más complaciente y llevadera. Más intima.
    Pero si creemos que la verdadera maternidad, es la de las famosas de vientre plano nada más parir, o la de esas mujeres que trabajan fuera y sus hij@s están 10h en la guardería…entonces…sufriremos el estres de la maternidad

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  3. Acabo de unirme al grupo, senti tanta empatía al leer cada una de tus vivencias, es muy difícil ser mamá ,muchas veces perdi los estrivos con mi hijito de 22 meses, al leerte comprendi que cada momento con ellos es una oportunidad para aprender y entenderlos gracias estare atenta a tus artículos, saludos.

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  4. Andre, no había tenido tiempo de leerte me estoy igualando, pero como siempre me sacas lágrimas, que maravillosas tus palabras y que maravilloso el don que tienes para expresarlas, calan profundo en esas angustias que como mamás compartimos. Un abrazo grande.

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