Maternidad, Montessori

¿Por qué no vemos televisión?

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Cuando mi hijo llegó a casa, la televisión salió de ella. Ahora, casi cuatro años después, seguimos igual. Las razones son varias.

Al principio, durante los primeros días y meses, los bebés necesitan un ambiente tranquilo y apacible, reconocer el día y la noche, acostumbrarse amablemente a su nuevo entorno. Es tentador prender la televisión mientras duermen, pero los destellos de luz que emana la pantalla son demasiado fuertes para sus ojos y también pueden alterar su sueño.

Es reconocida la importancia de dormir a oscuras porque la luz suprime la melatonina, una hormona que está íntimamente ligada al sueño. Incluso durante la siesta es importante cerrar un poco la entrada de luz para descansar adecuadamente. Entonces, como una televisión encendida iba definitivamente a alterar el descanso de mi hijo, desapareció en cuanto él nació. Aún hoy, sus horarios de descanso responden biológicamente a lo que pasa en la naturaleza: oscurece y se prepara para dormir, y se despierta con los primeros rayos de sol. Su día se cierra a las seis de la tarde. Antes a las 18:30 ya estaba dormido; hoy lo hace algo más tarde: entre 19:00 y 19:30. Pero, desde siempre, se despierta cuando amanece.

A más de los destellos, la televisión no es adecuada porque no brinda un aprendizaje real a los niños. Para un bebé resulta excesivamente estimulante ver las imágenes pasar una detrás de la otra, con una rapidez que abruma. No tiene capacidad de entender lo que sucede, de aprehender la información que se le transmite. Se siente tentado a tocar la pantalla para agarrar lo que desaparece de ella. Las ediciones, los acercamientos (zoom) con los que están construidas las producciones televisivas tratan de imitar lo que realizan el cerebro y el ojo humano: acercarse a lo que interesa. Sin embargo, el foco de interés no lo decide el niño, lo pone el productor de televisión, le hace mirar lo que él quiere, de acuerdo al desarrollo de la historia que desea contar. Tal vez al niño, le interesaban las flores que estaban detrás del protagonista y no el objeto que le acaban de mostrar.

La experiencia sensorial del niño, con la televisión y las pantallas, se ve reducida. Los niños necesitan tocar, oler, escuchar, analizar, moverse. No pueden quedarse sentados frente a una pantalla que no les permite experimentar, que les dice lo que sucede: está mojado. ¿Mojado es el agua, mojado es el charco, mojado es el vaso, qué es mojado, mojado es el acto de lanzar agua? El niño está aprendiendo vocabulario y no tiene en la televisión la posibilidad de examinar y comprobar la información que recibe. Sentarse frente a la televisión le resta al niño la oportunidad de aprender por sí mismo, de descubrir el mundo con sus ojos y desarrollar sus destrezas.

¿Qué pasa cuando le leemos a un niño? En general, quiere que le repitamos una y otra vez la misma historia. Porque así entiende lo que se narra, no solo adquiere vocabulario también entiende los tiempos verbales y los conectores lógicos, se da cuenta de los énfasis y las pausas, comprende su razón de ser e intenta replicarlos. En un libro, la imagen acompaña o explica lo que se dice. Así, hasta que tiene clara la historia. Esa repetición que es necesaria para los niños, es -obviamente- trasladada a la televisión. Pero en ese espacio, los niños se encuentran imágenes que muchas veces reemplazan las palabras y, por tanto, se perjudica el habla. También la regla son los discursos fragmentados (que pasan rápido), no estáticos como en la ilustración de un libro, y al tratarse de programas que tienen diferentes capítulos, no hay posibilidad de repetir sino de seguir adelante.

Así, el interés del niño por entender se convierte en angustia y ansiedad por asir psíquicamente lo que se escapa delante de él. Los papás no les repiten una y otra vez el mismo capítulo, les dicen “ese ya viste”, los invitan a seguir con algo más cuando aún no han terminado de entender el anterior. Incluso ellos lo pueden descubrir y se sorprenden al saber que hay algo más. Entonces, para el niño no hay fin, lo cual le causa angustia. ¿Cuándo se termina este cuento? ¿Qué más debo ver para entender el final de la historia? No es como un libro, no es como una película ni como una canción. Una serie de televisión se desarrolla infinitamente, repitiendo una fórmula narrativa exitosa para captar el interés (mediante la intriga), pero para el niño se convierte en un pozo sin fondo. Son demasiados capítulos para saber lo que sucede en la historia de (póngale aquí usted nombre a la serie).

Es curioso que los adultos tengamos clarísima la adicción que nos pueden causar las series o la televisión, la facilidad con la que nos enganchamos, lo difícil que es parar, que podemos amanecernos viendo capítulo tras capítulo de una serie que nos gusta. Pese a ello, no asumimos el peligro que puede causar en los niños. Si nosotros, con herramientas para entender lo que sucede, no podemos parar ¿qué pasa con un niño? Es muy probable que, si hemos hecho de la televisión un hábito de descanso, les entreguemos también ese elemento a los niños. Jerome Kagan afirma, en su Perspectiva sobre la infancia humana, que los niños pueden fácilmente consumir imágenes en exceso para colmar el vacío de su desierto afectivo. Los niños necesitan interacción humana, acompañamiento, descubrir el mundo. No necesitan refugiarse en la televisión para no pensar en lo que les aqueja (¿cuántas veces nos sentamos frente a la televisión para olvidar un mal rato?).

¿Qué hacer? Reducir nuestra exposición a la televisión y evitar que los niños tengan abierto ese acceso, sobre todo en los primeros años (hasta los tres) y luego definir bien lo que ven, cuándo y su tiempo. En una segunda entrada, hablo más al respecto.

 

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6 comentarios en “¿Por qué no vemos televisión?”

  1. ¡Me ha encantado! Nuestra tele salió de nuestras vidas dos años antes de que naciera mi peque, así que nuestras motivaciones fueron de otro tipo. Se gana paz, bienestar, y la televisión deja de dominar el espacio central de la casa, tanto figuradamente como en la realidad, y pasamos a ocuparlo nosotros. Cuando nació mi peque, la pobre tele, que estaba en un armario, se fue a casa de un amigo, que nos la pidió. Y ahora, tres traslados de casa después, no tengo muy claro donde está.
    El comentario recurrente «¡pobre niña, sin tele!». La realidad: el otro día llovía, era domingo por la tarde, el padre y yo teníamos ganas de peli (o dibujitos) y manta, intentamos convercerla para que se viniera con nosotros al sofá, y no hubo manera. Estaba construyendo… bueno, no sé muy bien qué era. Pero estaba hecho con piezas de lego, volaba y al final tenía un hijito y le tuvimos que construir una cuna con piezas de madera… Total, que ahora nuestra peque, que tiene cuatro justos, no le encuentra la gracia al entretenimiento visual y prefiere jugar. Un drama XD. No hubo manera de vegetar tranquilos el domingo, nos obligó a vivirlo junto a ella, y a recortar, y a jugar y a estar presentes junto a ella en nuestras propias vidas. Vamos, que siguen vigentes los mismos motivos que nos llevaron a guardar la tele. Sólo que ahora nuestra peque es quien nos lo recuerda.
    La vida, en general, es mejor sin tele.

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  2. Que dificil es … yo vivo cn el papa de Nantu mi bebe de 10 meses y su hijo Dante de 10 que aman la tele … y yo que pienso diferente , ya se imaginaran pelea constante .. y en el cuarto hay un plasma enorme q me tienta y caigo .. como paso en casa aveces cn el aislamiento me aburro y la prendo y asi … es dificil .. el hermano de Nantu fue criado asi y yo no quiero q Nantu vea t.v pero como hago ?

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  3. Jo, qué gran verdad. Y nos venden la idea de que el mundo es digital y no conviene entrar con retraso en él. Que serán los niños/as diferentes y aisladas que no compartirán con sus amistades, si las tienen, los mismos vídeos y películas o dibujos de las teles, que ahora se extendieron a todas las pantallas: móviles, tablets, ordenadores …
    Y nosotros no entendíamos que le parque estuviera casi desierto.
    En mi casa hubo tele para el rato de la comida de mi hija. Ahora hay hasta un artilugio que lo pones sobre el móvil y se ve un holograma del típico «avioncito» para que el nene/a coma.

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