Un buen día, pasado los dos años de edad, G. comenzó una especie de juego que no me gustó nada. Cuando estábamos comiendo, tomaba jugo o agua y devolvía el líquido de su boca al vaso. Le producía mucha risa hacerlo. Mi primera reacción fue abrir los ojos como platos y decirle que el agua se tomaba, que podía atrancarse y ya no recuerdo que más. Mi intención fue parar ese comportamiento nada agradable. Pero frené mi ímpetu. Sé que siempre hay algo detrás. Entonces, me detuve a observar. Sigue leyendo «Mi hijo escupe»