Montessori

Enojarse nunca es la solución

– Te espero abajo, no te olvides de traer tus medias.

– Ya, mami.

Tres minutos después al ver que G. no bajaba, subí a buscarlo. Nuestro plan era salir a pasear por los alrededores de la casa, como todas las tardes. Un momento que, además, nuestra perra espera con ilusión. Entré a la habitación y me encontré con el foami desarmado. Tenía dos opciones: enojarme o no enojarme; reprender o encontrar una alternativa creativa.

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Maternidad

Callar, amar y recibir

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Como El monstruo de colores, un niño de dos años tiene las emociones confusas. El personaje del bello cuento de Anna Llenas no distingue el miedo de la tristeza ni la rabia de la alegría. Entonces, hay quien lo ayuda a poner sus sentires en orden, a distinguirlos, a representarlos con un color. Así es un niño de dos años: un revoltijo de emociones.  Sigue leyendo «Callar, amar y recibir»

Filosofía Montessori, Maternidad, Montessori

Lo que me regaló el silencio

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Estuve muchos meses cuestionándome los momentos en los que alzo la voz. Casi siempre era porque algo me impacientaba o me asustaba. No me gustaba. Había algo en esa manera de expresar las emociones que no me parecía adecuado, menos aún con un bebé cerca. Ya de por sí ellos recurren al grito para manifestar su frustración, y si tienen cerca a alguien que lo hace cuando se molesta, el mensaje es claro: así se expresan las emociones. Necesito aprender a hablar pausadamente en esos momentos, me dije una y otra vez. Necesito silencio.  Sigue leyendo «Lo que me regaló el silencio»

Lactancia, Maternidad, Montessori

24 razones

WhatsApp Image 2017-07-29 at 19.33.55Un día, hace algunos años atrás, Dharma, una de mis maestras de Kundalini Yoga, me dijo que una vez que comenzó con la práctica, le llegaron muchísimos retos y que después de un tiempo lo había perdido todo y lo había ganado todo. Dejó de ser la que era y pasó a ser la que hoy es. Puedo decir lo mismo de mi maternidad. Lo perdí todo, todo, pero también lo he ganado todo.

En estos veinticuatro meses perdí un departamento (aún sigo con el juicio a cuestas), renuncié a años de cátedra universitaria, dejé de lado ofertas laborales y opté por trabajos esporádicos en casa, terminé con mi relación de pareja, perdí un negocio y otro más, aparqué durante meses el trabajo doctoral al que me debía, cerré la granja de mis sueños y le puse el letrero de “se vende”. Dejé la ciudad en la que vivía, vendí mi carro y guardé en cajones lo que había construido durante años para dedicarme a ser mamá. Todo lo anterior me hubiera condenado a la tristeza absoluta sino fuese por la maternidad: con ella gané lo que de ninguna otra manera hubiese conseguido, me llevó a un viaje interior sin retorno.  Sigue leyendo «24 razones»