Maternidad

La pandemia (3/4)

E. regresó a ayudarnos con las tareas de la casa cuando fue imprescindible. Habían pasado tres meses desde la última vez que nos vimos. Tres meses en donde los gastos básicos incluían mantener su salario, porque detrás de ella hay una familia, dos niños a los cuales preservar. E. volvió a ayudarnos porque debíamos emprender el viaje: G. y yo nos mudaríamos de ciudad. Había, entonces, que guardarlo todo en dos semanas y sola, sin ayuda, la misión difícilmente se cumpliría en los plazos pensados.

La mudanza en medio de la pandemia fue -quizás- la más relajada que he tenido. Con la mayoría de la población en sus casas: no hubo tráfico, había disponibilidad de las empresas, encontré la ayuda que necesitaba con mucha facilidad, y todo salió mejor de lo esperado. Me he mudado tantas veces en mi vida que he adquirido experticia: sé el tamaño de cajas que requiere cada sección, sé qué se vuelve indispensable, qué espacios organizar primero, cómo no confundir objetos… Como ventaja adicional, además, tenía lo más complejo de empacar, listo para subir al camión desde hace cinco años: mis libros, cientos de cajas de libros que estuvieron embodegados demasiado tiempo, todo el que esta mudanza se había demorado, por muchísimas razones que aún proceso, pero también agradezco. Cinco años esperando el viaje de regreso a la ciudad donde tenía organizada mi vida y donde se encontraban mis más cercanos afectos.

Desde chica, he tenido que cruzar océanos, atravesar fronteras, dejar ciudades y viviendas, muchas veces de un momento a otro. He habitado decenas de casas, en cuatro países distintos, en seis ciudades, en -probablemente- veinte (o quizás treinta) barrios diferentes. Mudarme me parece que ya forma parte de mi ADN. He viajado con mis perros y gatos, con mis libros, con poco equipaje o con todo el menaje. He armado y desarmado casas con una naturalidad que para muchos resultaría extraña. Esta vez, todo, salvo mis libros, se demoró tan solo dos días en ser ubicado. Puede resultar singular el énfasis que pongo al hablar de mi biblioteca, pero hay en ella el resumen de todo lo que he sido, de cada etapa vivida. Los libros me han dado razones para seguir, me han definido, han sido herramienta y motor, compañía y acierto, me han estructurado, y construyen conmigo mi historia. Cuando tomo un libro no solo recuerdo de lo que va, también dónde y cuándo lo compré, o quién me lo regaló, en qué etapa y por qué lo leí, qué hacía en ese entonces, qué preocupaciones intelectuales o existenciales tenía. Los libros me han dado no todas, pero sí muchísimas respuestas.

Esta mudanza pese a ser la más fácil en logística fue la más compleja emocionalmente. El cambio de casa me movilizó, en mi fuero interno, a profundidad. Era el fin de un ciclo que había disfrutado -sobre todo- porque había podido criar a mi hijo con la calma y el silencio necesarios, pero que también me había dolido porque me mantenía en un lugar al cual no pertenecía: estábamos ahí físicamente, pero anímica y energéticamente mi hijo y yo nos sentíamos en otro lugar, aquel al que acudíamos a diario de manera virtual, y en el cual ahora -por fin- íbamos a habitar con absoluta presencia. Con la mudanza en ejecución, llegaron los días de llanto, ese que solo se entiende cuando algo anhelado por mucho tiempo se vuelve realidad. Como siempre, me sostuvo la enorme energía femenina de las amigas, pendientes siempre de cada detalle, y el impulso del amor que lo hace todo posible.

Dejamos el trópico. Nos instalamos en las montañas que tanto le gustan a mi hijo. Volvimos como si nunca nos hubiéramos ido. Y comenzamos una nueva etapa con alegría y enorme gratitud. La vida, sin duda, nos pone donde debemos estar o donde nos necesita, aunque a veces no lo comprendamos del todo.

Y, ahora, acá andamos. Acá somos. Acá vivimos, reímos, jugamos, crecemos y nos dejamos ser. Acá se han materializado muchos sueños quizás porque ya no hay tiempo ni lugar para la tristeza, solo para la alegría y la confianza en que todo puede ser posible. Acá también abrazamos la vida, y ella, literalmente, no nos dejó ir…

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