Me siento en una burbuja. Viviendo una experiencia que –estoy convencida- nadie más que yo entiende. O, mejor dicho, que estoy buscando entender. No puede ser de otra forma: es profunda, poderosa, definitiva. Mi maternidad es un proceso íntimo, en el que me observo cada segundo. Y te observo. Siento que somos uno porque tú en mis brazos te fundes en mi cuerpo. Siento que somos uno porque todo lo que bebo, ingiero, respiro, huelo, siento, todo, te transfiero a ti aunque ya no estés dentro mío. Eres el agua, el viento, el alimento. Y estoy consciente de ello.
No oigo nada. No atiendo a los comentarios. Respondo lo que me preguntan pero nada me es significativo. Nadie sabe en qué medida tu nacimiento me confronta, me devela, me hace recorrer mi propia historia. Te veo a ti, bebé dormido, y me veo a mí. Te acuno y me acuno. En tu fragilidad encuentro mi vulnerabilidad. Me descubro como si hubiese estado oculta de mí misma durante los años que he vivido. Tu cuerpo pequeño me muestra tu ausencia en mi cuerpo. No, no estoy haciendo transferencias. No, no me estoy anulando en este rol que estoy construyendo. No, no es el cansancio. Es comenzar a tomar conciencia de que nunca más seré la misma. Y lo celebro.
Gracias por suscribirte, seguirnos en redes, compartir, comentar y darle me gusta.