
Mi maternidad está rodeada de grupos de madres que, en el mundo virtual principalmente, intercambian anécdotas, vivencias, dudas y descubrimientos. En ellos conocí a Malala. Su frontalidad para hablar de la adopción de sus dos hijas y su claridad respecto a la importancia del apego, el cuidado atento y la presencia parental llamaron mi atención desde el inicio. Malala defiende lo que defiende no solo desde la teoría o desde los resultados felices, ella tiene mucho que explicar, muchos matices que compartir. No han sido pocas las veces que la he sentido quebrarse cuando se habla del llanto de un niño, porque entiende la grieta enorme que la falta de atención puede dejar para siempre en la vida de un ser humano.
Cuando busqué en la red información sobre la adopción, todo me pareció lleno de estereotipos. En lo que leía, no encontraba una diferencia sustancial entre ser madre por adopción y madre biológica. Así surgió mi primera pregunta.
¿Cuáles consideras los clichés más comunes y desatinados sobre la adopción?
[Se rió y respondió sin dudas]. Tengo dos. Uno es difícil de explicar y, quizás, socialmente difícil de comprender, es el que afirma que la adopción es una bendición. No, la adopción es más que eso, es una reparación. La adopción es tratar de reparar un daño. Los niños de adopción no tienen historias felices. La adopción incluye un lado de pérdida de los orígenes biológicos y en muchos, en los peores casos, de abuso y negligencia.
El otro cliché es cuando me dicen que mis niñas son como si fueran mis hijas. No, ellas no son como si fueran, ellas SON mis hijas. No se trata de comparar mantequilla real con falsa. La adopción no es una segunda mejor opción, no es un sustituto, no es una imitación. Ellas son mis hijas. Y yo no quiero conocer otro tipo de maternidad. No es que no sean propias porque yo no encuentro nada de impropio en mi maternidad.
Exacto, ¿acaso hay otro tipo de maternidad?
Claro, es como si la sociedad planteara que la maternidad biológica fuese diferente a la adopción. Claro que hay retos, pero los mismos que puede haber, quizás, para una madre que tiene un hijo enfermo. Parir no te determina como mamá. Yo las baño, las mando a la escuela, las crio y educo, me desesperan sus berrinches y también enfrento los desafíos. El de ahora y el más duro: haber regresado a trabajar y extrañarlas. Pero ellas, sabiamente encontraron un espacio para compartir conmigo: duermen en la tarde y me esperan para jugar.
¿Cómo es el posparto de una mamá adoptiva?
Pasa igual que con la mamá biológica. Incluso es más fuerte porque en un minuto pierdes toda tu identidad. La mamá tiene 40 semanas, más o menos, para esperar. Yo no sabía si mi espera iba a ser de dos meses o de dos años, si era niño o niña, si iba a ser uno o iban a ser dos, ni la edad que tendría. Aunque estás con la ansiedad de la espera y le rezas a la luna y a las estrellas, el momento en que llega tu bebé es sorpresivo. A nosotros nos dijeron de un momento a otro “vengan a conocerla”. Esa tarde compramos todo para una niña de dos meses de edad, elegimos pañales, biberones, etc. Las mamás biológicas tienen algo de tiempo para averiguar, pero por adopción no sabes lo que va a pasar. Yo, por ejemplo, dejé mi trabajo de un momento a otro. Mis jefes no pudieron planificar mi reemplazo porque no sabían en qué fecha aproximada me convertiría en madre.
¿Y el cambio hormonal?
Las neuronas espejo [las que nos permiten la empatía, dar significado a lo que observamos de los otros y entender su mundo interior], la interacción dar y servir no tiene nada que ver con el embarazo o el parto. Mis hijas sonríen y yo sonrío de vuelta. Me tomó un tiempo entender su llanto o su forma de comunicarse (como a cualquier mamá), pero yo las siento y entiendo en la medida en que solo una mamá sabe lo que les pasa. Mis hijas se calman en los brazos de mamá, me despierto en la madrugada dos minutos antes de que ellas lloren o me lleno de energía porque me necesitan y debo atenderlas. Es la construcción de una relación. Además, mis hormonas están silenciadas por mi enfermedad. Maternar es algo que aflora incluso sin hijos, se trata de la capacidad de conectar con el otro.
¿Cómo llegó la decisión de adoptar?
Supe desde el principio que no iba a tener hijos por la vía natural o que iba a ser muy difícil porque tengo endometriosis. Lo intentamos pero perdí el bebé. Después de un año de terapia decidí que no iba a tener hijos por la vía natural, que no era mi camino para la maternidad. Pedí un certificado de infertilidad e iniciamos los trámites de adopción. Para muchas mujeres es vital sentir el guagua dentro y es legítimo intentarlo hasta agotar las opciones porque la adopción no es un “como si”. Debes estar muy convencida porque no es la opción que te queda. No puede ser una toma de decisión desde la tristeza de no poder ser madre, debes partir de la convicción de que ese es tu camino, tu forma de ser mamá. Los niños, tus hijos, merecen la mejor versión de mamá que tú puedes ser. No merecen que les digas: “es que como no pude quedarme embarazada entonces te adopté”. Merecen una historia en la cual tú les digas: “este era mi camino, esta era la única forma que teníamos para conocernos y yo quería conocerte a ti, no a cualquiera, a ti, que eres mi hija. Así nos elegimos.”
¿Tus hijas saben?
Desde el día uno. Tienen cuentos del gato que adoptó a una paloma, del pollito que buscaba una mamá y lo adopta un oso. O de los reyes que fueron desenredando el hilo rojo hasta encontrar a su princesa en China. El tema es parte de su cotidianidad. No es tabú. No puede serlo porque ellas van a construir su personalidad con todos los sucesos de la historia de su vida y es mejor que lo integren desde chicas que de grandes cuando ya tienen algunos pilares construidos y esta información puede suponer un corte. Como cualquier historia de la infancia debes normalizarla, asumirla e integrarla a quien eres.
¿Cómo fue el proceso de adopción?
Uno de los mitos de la adopción es el de la burocracia. Se cree que hay mucho trámite y mucha espera, demasiadas evaluaciones psicológicas cuando hay tantos niños esperando. La verdad es que el proceso es importante para determinar qué tipo de hijo puedes acoger. Cada quien tiene habilidades diferentes: hay quienes están calificados para adoptar niños grandes por su historia de vida, madurez emocional o capacidad de resiliencia. Las evaluaciones son importantes para determinar para qué hijo estás listo. Para saber qué hijo es para ti.
A veces pienso que quizás los biológicos también deberían pasar por estas evaluaciones psicológicas y psicosociales. Las madres adoptivas partimos con ventaja porque sabemos cómo vamos a ser como mamás. Debes enfrentarte en terapia y que el psicólogo te ponga frente a situaciones de tu propia crianza: qué quieres o no repetir, qué debes cuestionarte. Así, tienes un proceso de reflexión y sabes cómo debes hacer un proceso de reparación. También lees mucho sobre apego, y partes con herramientas que te han entregado los psicólogos en beneficio de tus guaguas. Las madres biológicas descubren en el camino todo sobre la regulación emocional, apego, etc., yo tuve clases. Aunque una cosa es la teoría y otra la práctica, ayuda mucho. Y sé, de partida, que si lo necesito debo pedir ayuda, algo a lo cual los biológicos les toma tiempo asimilar.
¿Cuál es la importancia del apego?
Aunque hay que construir el vínculo al igual que con los hijos biológicos, hay que reparar el abandono. Los padres adoptivos tenemos más idea de las heridas primarias y de cómo los afectos y apegos influyen en las relaciones futuras. Es innegable que durante los mil primeros días de vida se construyen todas las conexiones neuronales, y sabes que tu hijo estuvo indefenso, incluso si hubiera estado en la mejor casa hogar del mundo. Mis hijas estuvieron dos y cuatro meses, que es muy poco, sin embargo, tienen conductas de defensa aprendidas. En eso debemos trabajar. La relación de apego es más difícil porque debes enseñarles a confiar otra vez. No es lo mismo confiar cuando nadie te ha fallado que confiar cuando ya te fallaron una vez.
Por ejemplo, una de mis hijas no lloraba. Una noche fuimos al cine con mi marido y ella se quedó a cargo de mi mamá. Cuando regresamos, lloró por primera vez. Era un llanto desesperado. Mi mamá no le había dado de comer. Mi hija estaba acostumbrada a que comía a una hora determinada en la casa hogar. Ella sabía que no iba a tener comida si lloraba, porque nadie iría, porque no era el horario. Cuando regresamos y nos vio, supo que podía llorar, que podía pedirnos, sabía que iba a ser asistida, que su llanto iba a ser entendido y atendido. Fue un momento maravilloso, ese llanto fue un regalo. Por eso dejar a llorar a un bebé, dejarlo esperar para que se acostumbre es terrible.
¿Cuál es la realidad de los niños en adopción?
Hay pocos bebés sanos. Cuando las familias biológicas no pueden acceder a los tratamientos, los dan en adopción. También hay muchos grupos de hermanos y nadie quiere adoptar varios niños a la vez y de diferentes edades. En muchos países de Latinoamérica cumplen ocho años y son considerados inadoptables y pasan en diferentes casas hogares. Hay muchas historias terribles: violaciones entre compañeros, violaciones de los guardias o cuidadores. Cumplen 18 años y el sistema se desentiende de ellos.
La madre biológica de mis hijas las cedió en adopción porque creía que podían tener un mejor futuro con otros que con ella. La historia de mis hijas no es tan terrible, ellas no fueron retiradas de su hogar por recibir abusos. En esos casos, la reparación es más compleja y se necesita un adulto muy especial para reparar a un niño en esas circunstancias.
Yo estoy agradecida con la madre biológica de mis hijas por su decisión valiente, por haber llevado a término los embarazos conflictivos que tuvo. Mis hijas son hijas de la misma mamá biológica. Hubo reincidencia. Ese es el término formal. En el caso de la segunda niña, ella se enfrentó en los tribunales ante el juez, que la trató como solo un juez varón puede tratar a una mujer indefensa. Y ella le dijo: “lo único que estoy pidiendo es que crezca con su hermana”.
Hay una doble moral respecto de las madres biológicas: el discurso antiaborto plantea que tengan los niños y los den en adopción, pero cuando lo hacen también son cuestionadas como madres, son vistas como desalmadas o inhumanas. El juicio es implacable y las mujeres no encuentran respaldo a su decisión de vida.
¿Cómo llegaron a ti?
Nosotros no adoptamos en Ecuador, vivíamos fuera. En cuanto tuvimos la sentencia de adopción, quisimos regresar para que nuestra hija creciera con la familia. Sin embargo, a mi marido le salió una consultoría y nos quedamos cuatro meses más. El plazo se alargó una y otra vez, por una razón u otra. Cuando ya estábamos listos, a un día de comenzar el envío de nuestras cosas, nos llamaron a decir que había una hermana. Nosotros nos quedamos durante un año y medio más de lo programado sin saber que se estaba gestando una hermana y que su madre había iniciado el trámite de adopción pidiendo que crecieran juntas. Solo pudimos irnos cuando nuestra familia estuvo completa. Todo conspiró para que nos quedemos ahí. Estábamos destinados a ser sus padres y ellas nuestras hijas.
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