Mi papá murió un 25 de noviembre hace trece años. Él era muy creyente. En Navidad, debíamos organizar la primera misa en su recuerdo. Supe entonces que las misas, en esa fecha, solo pueden ofrecerse al niño Jesús (mi catolicismo es básicamente una herencia cultural), pero el sacerdote que lo acompañó ofreció una misa especial para él en una pequeña capilla. No recuerdo lo que dijo en su sermón, pero sí lo que entendí, sin que lo dijera directamente: hay un Jesús en cada uno de nosotros, un ser capaz de renegar, de morir y de resucitar, de encontrar la confianza y la determinación suficientes para avanzar y asumir los aprendizajes de la vida, para no permitir que las heridas causadas por otros nos marquen de tal manera que nos perdamos de vista. Sigue leyendo «Una cuna…»