Lactancia, Maternidad

Las que amamantan

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Y entonces, en medio de la semana de la lactancia, leo una opinión que me cae como una bomba: una mamá joven y con estudios sobre feminismo suelta que está harta del discurso prolactancia, que nadie debe opinar sobre lo que debemos hacer con nuestro cuerpo. Ella se equivoca, a quienes hay que defender es a las mamás que amamantan.

¿Por qué? Para el sistema es más simple, fácil y rentable tener mamás que den leche de fórmula porque las horas de lactancia a las que tenemos derecho se diluyen y nos tienen produciendo cuando deberíamos amamantar, porque así dejamos de molestar con la extracción cada dos horas, y estaríamos más dispuestas a largas jornadas laborales sin gran preocupación. 

Las mamás que amamantan son las que tienen que ser defendidas. De ahí surgen las campañas prolactancia: para concientizar que las mamás que dan pecho a sus bebés necesitan lactarios, sororidad, comprensión, apoyo y respeto a sus derechos. Necesitan ser defendidas porque son las que dan el pecho las que reciben miradas lascivas, críticas, cuestionamientos, burlas, apelativos y  a las que continuamente se les hace dudar de las ventajas de la leche materna para ellas y para sus bebés.

Cuando sabes que al amamantar el útero regresa a su lugar mucho más rápido, que tu cuerpo vuelve a acomodarse a su peso antiguo, que te protege contra la depresión posparto, que generas las hormonas necesarias para mantenerte sana emocionalmente ante toda la avalancha de cambios que supone la maternidad, entonces -ante esas verdades- solo puedes defender la lactancia y a las mamás que amamantan.

Claro que nosotras podemos hacer con nuestro cuerpo lo que queramos pero no podemos caer en la trampa: no podemos responder a la idea de libertad que construye el patriarcado sobre nuestros cuerpos, deseos y disfrutes. El goce femenino, por ejemplo, cuando responde solo al deseo masculino, cae en la imagen pornográfica de la satisfacción porque estamos siendo el mismo objeto de placer que se ha construido desde siempre: ser el deseo del otro pero no el nuestro.

Asimismo, dejar de amamantar a nombre de que podemos decidir sobre nuestro cuerpo es -ni más ni menos- lo que ellos quieren: que no mostremos nuestros pechos en público, que nos preocupemos más por producir que por criar, que atendamos otras tareas y nos despreocupemos de nosotras mismas (porque no hay nada mejor para una parturienta que amamantar).

Si amamantamos, para el sistema es una pérdida de tiempo porque no le resulta rentable. Es decir, son ellos los que te están diciendo que hacer con tu cuerpo y te crees el engaño  porque te lo mandan con cantos de sirenas: dar de lactar duele, dar biberón es más cómodo; no a la esclavitud de la maternidad, sí a la mujer productiva. Lo que debería discutirse son las ayudas del Estado a las madres y no lo contrario. Lo que debería apoyarse son las licencias de maternidad extendidas, la no discriminación por dejar de trabajar unos años para poder criar en paz. Esos derechos son los que están en juego y no la libertad de tu cuerpo. Porque –encima- sin la lactancia te están haciendo perder la posibilidad de recuperar y encontrar armonía con él de manera natural y equilibrada. Pero no hay de que preocuparse: hay muchas ofertas de cirugías, liposucciones, masajes linfáticos, dietas mágicas y otros tratamientos más para que tu cuerpo se acomode al estándar de belleza que te construyen los mismos que no quieren que amamantes.

Esto, por supuesto, no tiene nada que ver con las mamás que por cuestiones de salud u otras dificultades han tenido que recurrir a la leche de fórmula. Esos casos también merecen ser apoyados porque no se puede construir la solidaridad entre nosotras con culpas. Nada mejor que acogernos, darnos la mano, alentarnos. Nada mejor que entendernos, que querernos.

 

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4 comentarios en “Las que amamantan”

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