Cuando era niña, la hora de comer podía ser una pesadilla. Me dolía masticar, no me gustaban las espinas del pescado, el pollo me olía fatal, a las verduras no les encontraba la gracia pero amaba los cebiches, los choclos, el puré de papas, la carne apanada, los cangrejos, el maduro y todas las frutas menos el melón y la toronja. Pasada la niñez, las verduras comenzaron a gustarme cada vez más. Con los años me convertí en vegetariana. Volví a comer carnes (de res, pollo y pescado) durante el embarazo. Puedo decir sin dudas que disfruto de la comida sana y nutritiva, que me encanta cocinar porque me resulta creativo, relajado… un acto de amor.
Para G., su papá y yo queríamos lo mismo: que la hora de comer sea un momento gozoso y no tortuoso. Creo que todos de nuestra niñez guardamos algún recuerdo de malos momentos en la mesa: la exigencia de comer lo que no nos gustaba, los llantos, las amenazas o las quejas recurrentes sobre lo poco o nada que comíamos. Para G. sabíamos lo que queríamos pero no teníamos idea cómo hacerlo.
Cuando G. cumplió tres meses, las mamás de mi chat de lactancia comenzaron a hablar de BLW, Baby Led Weaning. No tenía la menor idea de lo que se trataba. La traducción literal no le hace justicia porque el método no supone destetar al bebé. Es mejor hablar de Alimentación Complementaria Libre de Papillas o Autoregulada. ¿Y eso? ¡¿Un bebé que no coma papillas?! ¡¿Cómo que «autoregulada»?! Eché mano a Internet y me quedé sorprendida: sí, bebés que comen trozos de alimentos. ¿Y si se atrancan? ¿Pero si no tienen dientes?
Paola, la nutricionista del grupo y consultora en lactancia, nos contó que ella había aplicado el método con su última hija que ya tenía siete años. Ella fue quien nos dio una charla y nos guió en este método de alimentación que valoro cada día. La he llamado varias veces a agradecerle, a reírme de mis miedos, a contarle los progresos de G. porque la gran lección del BLW es que los bebés saben hacerlo todo por sí mismos, solo necesitan un adulto que los acompañe y confíe en ellos. A partir del BLW crecieron más certezas y seguridades: dejé que G. experimentara, descubriera, “me dijera” lo que necesitaba en muchos aspectos. Solo bastaba observarlo atentamente y aparcar los prejuicios, estar abierta a las lecciones que venían con esta alma grande. Así supe que mi bebé sería el faro que me guiaría en su propia crianza. Y así ha sido.
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1 comentario en “BLW. Aprendiendo a comer solo”