Maternidad, Montessori

Ahora lo lanza todo al suelo…

Diseño sin título (13)

Llega un momento en la vida de toda madre y de todo padre en que desarrollamos una tendencia casi natural a “recogerlo todo del suelo”. Nuestros bebés comienzan -por ejemplo- a tirar comida, no porque se les escurre de las manos, la arrojan con la intención de verla caer. Conforme crecen hay periodos en que se detienen pero luego retoman esta actividad e incluyen en ella nuevos objetos, muchas veces pesados. ¿Qué hacer? ¿Cómo detenerlos? Lo único que podemos hacer es alentarlos. Sí, dejarlos, brindarles posibilidades. Porque si los interrumpimos estaremos entorpeciendo su desarrollo motriz. 

Aunque estamos en el siglo XXI, somos hijos de otra generación, una cuya tendencia fue la prohibición. Y ese aprendizaje nuestro aparece innato cuando tenemos hijos. Hay quienes inconscientemente reproducimos todo lo que nuestros padres hicieron. Otros, en cambio, al tomar distancia de una educación limitante, buscamos nuevas formas, nos preguntamos por otros modos de hacer, para comprender de mejor manera el mundo y relacionarnos con nuestros hijos de modo más sereno. Un bebé no llega al mundo con un manual de instrucciones. Nos llenamos de dudas de todo y por todo (más los primerizos, pero no siempre). Ante la duda lo mejor es encontrar respuestas. Entonces, cuando nuestros bebés comienzan a lanzar comida y objetos, nuestra respuesta inmediata es decirles no, pedir recomendaciones para que nos hagan caso, para ponerles límites. Lo cierto es que este y otros temas pueden ser abordados con respeto, empatía e información. Así comprenderemos que los bebés necesitan lanzar cosas, que es importante para ellos.

Cuando nacen, sus movimientos son muy limitados. En cuanto pueden sentarse comienzan a acercarse a los objetos que los rodean, los quieren agarrar. Aún no tienen control de su cuerpo y se inclinan completamente hacia aquello que quieren tomar con las manos. Pero, poco a poco, descubren que no necesitan inclinarse por completo, que estirar el brazo es suficiente. Ese descubrimiento coincide con la llegada de la alimentación complementaria (poder sentarse erguidos es básico para comenzar a comer alimentos sólidos). Por eso, además, es tan importante dejar que los bebés coman por sí mismos: los dejamos desarrollar sus capacidades motrices.

Conforme adquieren control sobre sus extremidades superiores (pueden doblar el codo, por ejemplo, antes movían sus bracitos de modo agitado, como si estuviesen barriendo) van a querer perfeccionar sus movimientos, ver sus límites y posibilidades. Entonces si ya pueden doblar el codo, van a necesitar lanzar cosas, además porque aprenden a soltar, a abrir la mano. Es una necesidad vital, un paso previo a un mayor control corporal. Si los detenemos, estamos bloqueando su desarrollo motriz. Es tiempo, entonces, de entregarles objetos de tela que puedan lanzar sin riesgo de lastimarse.

En el momento de la comida seguirán tirando alimentos al piso porque están aprendiendo también la relación causa-efecto: ver qué pasa cuando hacen algo. Y la comida es maravillosa: cambia de forma (si es un pedazo de aguacate) o permanece igual (si es un pedazo de carne), alguna cae rápido, otra más lento; algunas dejan huellas en el piso y otras ni rastro. Es tanta información que el mundo les brinda pero nosotros la eliminamos con reclamos. No nos damos cuenta que el mensaje que mandamos es: aprender es malo. Luego, seguro, nos quejaremos de su falta de interés en cuestiones de física o química.

Después del control de sus brazos, llega también paulatinamente, el control de su capacidad de prensión, de asir con sus manos. Al principio, lo agarra todo con el puño pero, poco a poco, el bebé descubre la capacidad de sus dedos hasta que llega a hacer la pinza, a tomar objetos pequeños, lo más pequeños posible, entre índice y pulgar. Esta fascinación hace que nuevamente comencemos a bloquearlos: nos desesperamos porque quieren llevarse a la boca unas pequeñas semillas de sandía que encontraron por ahí. Hay que dejarlos, hay que brindarles posibilidades, hay que ser creativos, hay que aprender a disfrutar con ellos. La pinza es determinante para sus movimientos coordinados, para la realización de destrezas finas y para desarrollar la coordinación ojo-mano.

Luego llegarán nuevos descubrimientos: querrán tener puntería. Comenzarán a lanzar la comida para llegar a un sitio específico. Y si hay mascotas, para lograr que la atrapen en el aire. Miles de risas y horas de diversión se avecinan. Es hermoso ser niño. Tenemos la opción de divertirnos con ellos, de aprender y disfrutar, de marcarles límites respetuosos (avisarles si ese alimento le hace daño al perro, por ejemplo) y dejarlos desarrollar su motricidad a tope. María Montessori afirmaba con total lucidez que la mano es vital para el desarrollo de la inteligencia. Si no dejamos al niño ser y hacer no solo se sentirá inútil sino también frustrado.


Si estás interesada o interesado en conocer más del método Montessori, estaré dictando talleres en línea a finales de septiembre. Hablaré de estos y otros temas. Puedes obtener más informaciónaquí.


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