Cada año, los primeros días de agosto se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna. Yo ya no doy teta, pero la di durante tres años y medio. Di teta caminando, dormida, en filas interminables. Di teta en la piscina, en el mar, en la ducha. Di teta mientras mi hijo intentaba pararse de cabeza, jugueteaba con sus pies, hacía todo tipo de posiciones increíbles. Di teta cuando él descubría algo nuevo, para calmar su llanto o atravesar un miedo. Di teta para alimentar, para consolar, para llamar al sueño. Di teta mientras trabajaba, meditaba, leía, comía. Di teta de tantas maneras, en tantas circunstancias y en todas, mi hijo siempre sonreía.
Mi lactancia, como la de muchas, no fue fácil. Tuve cuatro mastitis, recurrí a la leche de fórmula y pasé horas de horas sentada hasta retomar la lactancia al cien por ciento. Y así se quedó hasta el final. Mi experiencia la cuento no para ganarme una medalla, si no para que otras, en iguales circunstancias, se sientan alentadas, acompañadas, que sepan que no solo a ellas les pasa, para que no se les escape la esperanza.
Este año me encontré, por primera vez, con madres que recordaban que no pudieron dar de lactar ya sea porque adoptaron a sus hijos o porque, por una y miles de razones, simplemente no pudieron, y que, muchas veces, se han sentido juzgadas, frustradas y asustadas ante la imposibilidad.
Ellas no son menos madres, por supuesto que no, ellas no quieren menos, nadie afirma algo así. La discusión se está yendo por otro lado. No podemos eludir que, si hoy se promueve la lactancia, se alienta a las madres a no darse por vencidas, se derrumban mitos, se habla a favor del respeto a la lactancia prolongada, es porque ese acto natural e inigualable fue denostado, incomprendido, reprimido, sancionado de tantas y tan diversas formas que hemos tenido que pelear por él. Acá el punto no es si yo me siento mejor o soy mejor porque di de lactar, acá el punto es defender la lactancia de todo el sistema médico y social que la boicotea. Además, si ahora hablamos de la importancia de la lactancia para potenciar el apego, es porque comenzamos a correr el velo que oculta lo duro que puede resultar el posparto.
Por supuesto que la teta no es el único mecanismo de apego. Hay muchos caminos de encuentro, claro que sí. Además, como decía mi amiga Malala, tampoco la lactancia compensa todo: hay quienes piensan que con dar de lactar basta y al rato gritan o maltratan a sus hijos. De lo que se trata es de observarnos siempre, de no justificarnos con liviandad, de apoyarnos entre todas y de seguir construyéndonos en una amalgama que no anule nuestra fuerza ni nuestra ternura.
La lactancia como derecho nos convoca a todas. Juntas, las que pudimos y las que no, las que tuvimos problemas y las que nos dimos por vencidas, debemos defender la necesidad de sostener la lactancia porque la pelea no es entre nosotras, es contra el boicot, contra la desinformación, contra los mitos.
Si hay una lucha acá es contra un sistema al cual en lugar de cuestionar, ni siquiera señalamos. Nos distraemos pensando en bandos y no alcanzamos a recordar que las mujeres somos naturalmente solidarias, empáticas y comunitarias. Hemos perdido ese don porque vivimos un mundo donde la competencia es la norma. Cuando las mujeres peleamos, todo se derrumba; cuando nos unimos, somos capaces de crear lo inimaginable: llevar agua al desierto, recuperar tradiciones ancestrales, establecer acuerdos, lograr derechos.
La pelea no es entre nosotras, acá las madres debemos ir en la búsqueda de nuestros derechos: a dar de lactar, al cuidado de nuestros hijos, al teletrabajo y al trabajo a medio tiempo, a la extensión del periodo de maternidad, a espacios para acompañarnos, a mejores líneas de crédito, a la baja del precio de elementos de lactancia y de la leche sustituta, a la fecundación asistida garantizada por los servicios y seguros médicos, a mejores atenciones y mayor asistencia para los prematuros, a la mejora de los protocolos de adopción, a la no romantización de la maternidad, a contarnos la realidad como es, a la asistencia en la depresión posparto, al parto respetado, a la cesárea necesaria, a información no comercial sobre parir, alimentar y cuidar, a una crianza respetuosa, a mayor protección para nuestros hijos. Debemos pelear por el disfrute de la maternidad, como derecho, nada más y nada menos.
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